Noticias de la Semana Santa de Jerez y Sevilla

domingo, abril 22, 2007

Martín Gómez Moreno: "Estoy tan enamorado de este mundo que me agarro a la fe para seguir"


Enamorado de la Soledad de María, Martín Gómez es uno de los capataces más mediáticos de las últimas décadas. Muchos dicen que, cuando se hable de costalería en Jerez, el nombre de este capataz estará escrito con letras de oro. Hoy hablamos con él de cofradías y de costaleros, pero por primera vez hace frente a quien le critica, exigiendo respeto y comprensión con la educación por bandera.

-¿Por qué es usted capataz?

-Por la gracia de Dios. Es algo que llevaba dentro, se nace siendo capataz, y con el tiempo y la ayuda de tu gente lo vas desarrollando. Le doy gracias a María cada día por haberme convertido en su lazarillo, la sensación más grande que tengo en mi vida.

-¿A cuánto hay que renunciar para ser capataz?

-A mucho más de lo que yo mismo creía. A llegar tarde a casa, a perderte la sonrisa de tu hijo. Renuncias a una parte de tu vida importantísima, pero la satisfacción posterior es plena. No dejo de agradecer a mi familia la comprensión y el cariño que demuestran hacia mí y hacia mi trabajo un sólo día del año.

-¿Es consciente de lo que opina la gente de usted, de las cosas que se dicen o se escriben?

-Bueno, es que eso también depende de muchos factores. Si preguntas en la Tornería cuando pasaba la Soledad, o en la plaza Santiago con el Prendimiento... Si miras la muchedumbre cuando el Señor de la Cena encara Carpintería... Yo me sorprendo luego cuando veo los vídeos, porque pierdo el concepto real de la gente que está mirando al Señor, de verdad.
-Pero, aparte de esa gente que le sigue, también tiene legión de detractores...

-Claro, como todo en la vida. A mí me cuentan lo que dicen de mí en los foros, pero no lo sé de primera mano. A estas personas hay que decirles que me critiquen por mi trabajo, por lo que hago, porque entiendo que soy un personaje público durante la estación de penitencia. Pero ir más para allá de eso es faltarle el respeto a las personas. Las cofradías están por encima de nosotros, que no somos eternos.

-¿Estas discusiones repercuten en el seno interno de nuestras hermandades?

-Lo importante es construir en una sociedad donde es muy difícil ser cristiano, y es curioso que seamos nosotros mismos los que nos tiremos los trastos a la cabeza. No te imaginas lo que duele que lleguen ciertos comentarios al oído Pero estoy tan enamorado de este mundo, de la costalería, de la gente de abajo, que me agarro a la fe para seguir trabajando con humildad, para hacer más grande esto, que es lo que me importa.
-¿Cuánto ha cambiado la costalería en el último cuarto de siglo?

-Muchísimo, pero no sólo los costaleros. El capataz evoluciona a la par, y las Juntas tienen el deber de evolucionar también. Una hermandad de hace veinte años no tiene nada que ver con la que hay ahora, ha cambiado todo. El fracaso de las hermandades con los costaleros radica en no tener un proyecto claro. Deben apoyar al capataz, y éste debe pedir que la Junta tenga claro qué quiere para la cofradía al llamarlo. Si hay unión de ideas, hay que morir con ellas. Preocuparse del costalero es hacerlo sentir una parte importante de la cofradía, porque es alguien en la hermandad.

-¿Se perdió la devoción?

-Cambió. El porcentaje de penitencia es muy corta ya. Penitencia sería no sacar el paso. Ya la gente saca pasos porque le gusta, y debajo de un misterio hay cuarenta personas que deben estar cohesionadas, deben conocerse para tener confianza en el de al lado, y el de al lado en tí.

-¿Se puede entender por tanto que la costalería está volviendo de nuevo a la profesionalidad?

-De alguna manera sí, en algunas cofradías sí. Hay hermandades puntuales que no le hace falta eso, porque son cuadrillas consolidadas de gente de la hermandad. Pero luego hay cofradías que han tenido episodios menos afortunados, y te llaman para apagar un fuego, y eso es verdad. Y trabajo para consolidar esas cuadrillas, a veces con más suerte, y a veces con menos.

-En un segundo... La Tornería.

-Un sitio grande.

-La Soledad.

-El amor de mi vida.

-La Cena.

-La plenitud.

-Fernández-Gao.

-Un amigo.

-Merci.

-La paciencia.

-Martín Gómez Garrido.

-Mi hijo...

-Carmen Grilo.

-La oración.

-¿Alguna vez se ha sentido más observado que la propia imagen?

-Sí, sí que lo noto, y no me gusta. Mi personalidad puede llevar a eso, pero no lo provoco. Aunque parezca mentira, todo lo hago para engrandecer a Cristo y María; que la gente se enamore de ellos engrandece mi trabajo. El componente público de mi labor hace que la gente se pare a verte de manera distinta, pero no me gusta sentirme admirado. No quiero ser más que nada o que nadie, quiero que miren a la cara al Cristo, no a mí.

-¿Es posible la amistad debajo de -los pasos con el capataz?

-Sí que es posible, pero cuando el paso está arriba existe el respeto. Esa amistad debe llevarte a sacrificarte más de la cuenta, a saber que incluso te van a dar menos de lo que te mereces. Ahí es donde radica la amistad debajo del paso, y claro que es posible.

-¿Qué porcentaje de culpa tiene su equipo del éxito?

-Sin la gente que me rodea no soy nada. Aprendo de mi gente, de los costaleros. Si he llegado a ser alguien es gracias a que me han corregido. Mi única virtud ha sido siempre saberme rodear de los mejores.

-¿Ha sentido miedo en alguna ocasión?

-Sí. Miedo, respeto...Al principio más que hoy. Miedo a pasar por alguna calle por primera vez, a no llegar con la cuadrilla... Ese miedo se pasa en soledad, no lo compartes con nadie, porque no quieres transmitir inseguridad a tu propia gente.. Es el miedo del torero en el callejón de una plaza de toros. Y aún hoy lo sigo sientiendo a veces.

-Una última duda... ¿Es merecida la fama de duro que tiene?

-El costalero está falto de que se le hable claro. Y mi misión es sacar lo mejor que lleva cada uno escondido en el corazón.

Informa: La Voz Digital


Fotos Autor: © Javier Romero Díaz