San Marcos pintó a mano la excelencia cofradiera
Ya sonaban ecos desde la iglesia parroquial de San Marcos que hablaban de una cofradía que, en rojo y blanco, realizara su estación pese a que el tiempo impidiera la aparición de sus dos pasos en las plazas y las calles del itinerario procesional. Costaba trabajo creerlo, es cierto, en una corporación de tales sugerencias cofradieras, de una cofradía como ésa en la que sin movimiento costalero pudiera creerse que nada existe. La junta de gobierno comenzaba a fraguar su reacción ante la tragedia de una lluvia durante días pregonada como posibilidad más que presumible cuando la virtud de la gente de Daniel Romero, joven hermano mayor que afronta su primera Semana Santa, ya brillaba por la consideración de la esencia más genuina de la verdadera esencia de las salidas procesionales. Así se recibió la jornada del Lunes Santo en la Hermandad de la Sagrada Cena. Con disposición a salir aunque sólo fuera con el cortejo nazareno si la situación meteorológica inestable hacía inviable la presencia con los pasos. Pero no fue necesaria la demostración de esta convicción, que lo era muy a pesar de los deseos de los hermanos de mostrarse en el recorrido con todos y cada uno de los elementos que la caracterizan y cualifican. Fue la Cena de siempre que, consciente de lo que Jerez esperaba, señalaba con alta nota tanto el tono penitente adecuado como las señales de sensorial audacia que esperan los 'muy cafeteros' o aquellos que llegan al fragor de fama tan bien sustentada.El rojo y blanco de unas filas bien puestas por su director de cofradía, Ángel Repiso; la cuadrilla de Martín Gómez indicando a los hombres del misterio, a los que manda desde hace ya veintitrés años, que "ése es el camino, artista"; los extraordinarios sones de La Estrella de Dos Hermanas -¡bendita la hora en que fueron a buscar a la agrupación musical en su día!-; el palio de las singulares caídas de plata que ocupa la Paz y Concordia sobre hombros al mando de Ramón Estrade; 'Julian Cerdán' trayendo desde Sanlúcar, por la bendición de su selección de marchas y de su altura en la interpretación, la sal de esa tierra vecina... Nada faltó, en efecto, cuando, pese a las miradas al cielo, la cofradía se disponía a abrir la jornada en la Carrera Oficial. Así era desde el entorno más cercano a la puerta principal de San Marcos, cuando las vallas ayudaban este año -un estreno en materia de seguridad, junto a los vigilantes de los que tuvo que dotarse, enmedio de la muchedumbre que no se fue sin encontrar aquello que buscaba- a controlar al público. Enseñaba la Hermandad los faldones nuevos para el paso de Cristo que, en terciopelo rojo aún liso, ha confecionado Ildefonso Jiménez, así como los faroles restaurados por Antonio García. Mirar hacia arriba era, en ese paso de misterio, encontrar al Señor del cáliz en la mano de azul pavo real por regalo de su camarera con al mantolín de brocados rojo que no se le veía desde la Magna del 2000. También Judas, contrapunto en el paso y en el corazón de los fieles, estrenaba sabedora la cofradía de que las miradas se van con frecuencia hacía el traidor en fuga. Aquí el rojo y negro habitual dejaron sitio al blanco y morado para la ocasión. Y al final el paso de palio, la gracia de aquella dolorosa portuense que vino a llorar el sino de su Hijo a una ciudad que ayer, de la mano de la escuela-taller 'La Parihuela', la admiraba escoltada por los faroles entrevarales que le acaban de ser restaurados. Y a falta de luz, la de la cera que se convirtió un Lunes Santo más en 'babero' sobre el que derramar su pena se señalaba propiedad de una cofradía que tanto le quiere que puso su sello, pieza a pieza, sobre la obra de las abejas que moró encendida durante toda la noche sobre la candelaría. Y fue firmada a mano, pintado durante meses de trabajo, el escudo de la Cena por obra de tres jóvenes que ayer mismo contemplarían quienes disfrutaron en la calle tales excelencias cofradieras
Un arcos iris de nítida sensibilidad cofradiera
La Plata es el arco iris de la sensibilidad cofradiera dentro de la Iglesia de Santa Ana. El barrio hecha piña de flores en el palio de la Candelaria. Una fiesta anticipada. De los sentidos. La inocencia y la madurez. La tradición y el porvenir. La proporcionalidad y asimismo los ajustes del casticismo devocional. Entiéndase este concepto como perífrasis de la certeza de una cofradía capaz de arremolinar en su entorno a cientos de jerezanos. La algarabía como apéndice de su mejor idiosincrasia. El barrio de la Plata se colorea cada tarde de Lunes Santo. Leemos frases de sociología para comprender la dimensión de semejante titular periodístico. Siempre la prensa como reflejo de cuanto aquí sucede. Debemos entender el carisma de estas calles, la calidez de sus gentes, la candidez de sus niños. Hermandad que acaba de cumplir sus primeros cincuenta años de existencia como plasmación de una certeza acumulada de noches de penitencia, de recogidas de la cofradía siempre en el acompañamiento del vecindario. La alegría de una cofradía gozosa y gozada, que llega al templo en sones de jerezanía, contrasta con el martirio del pasaje de su paso de misterio. Maravilloso contraste, en efecto. El suplicio del pesa de la cruz es uno de los más espantosos inventados por la crueldad humana. Cicerón la definió como la pena más terrible y cruel, de ahí que, según el mismo orador romano, la palabra cruz deba permanecer alejada no sólo del cuerpo sino también del pensamiento, de los ojos y oídos de los romanos. No así de los cofrades de la Candelaria, que la muestran como ejemplo y conmemoración. En la actualidad la cruz de la luz y el aire de los sentimientos cofradieros que nos aleccionan y nos elevan hacia la misma gloria sólo encuentra plasmación en la magnitud reflexiva de Jerez en la collación de Santa Ana. Todo es una orquesta melódica de movimientos concertados bajo la batuta de la luminosidad penitencial. Jóvenes mujeres. Muchachas que visten la túnica para ofrecer la categoría de un testimonio irreprochable. La calidad no depende de la cantidad. Pero aquí la calidad es también cantidad. La cruz de guía, erguida en pie, eleva la imagen personal de Cristo a una distancia más lejana. Viéndolo pasar uno puede no prestar particular atención a algunos detalles. E incluso no darse cuenta de que representa al Señor camino del Calvario. Las cosas pueden verse de otro modo. Cristo a pocos instantes de una travesía segura y certera. Avanzando sobre su destino, las manos acariciando el madero, la espalda aún no despojada de ropajes. Y ante un Imagen así, hasta las raíces naturales de la criatura llegan a sentir compasión, y con la compasión el deseo de hacer algo. Vicente Sánchez López, el Hermano Mayor, satisfecho por la cofradía ya formada. El Diputado Mayor de Gobierno Miguel Lloret atento a los últimos detalles. El capataz del paso de Misterio José Luis Sánchez López ya delante del martillo.
La Viga se alza sobre un monte de muerte
Antes de que vistan su túnica los primeros nazarenos e incluso antes de que las calles del centro sepan del montaje de palcos, es posible conocer los estrenos que presentarán las distintas cofradías. Un detalle escapa a esas previsiones: las flores. La estética de los pasos se culmina en las horas previas a la salida procesional. Es ahí donde los equipos de Mayordomía adquieren su protagonismo. Hace años, décadas incluso, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga sorprendió a Jerez colocando cardos a las pies del crucificado. Ayer volvió a hacerlo, completando ese tradicional exorno con una cenefa de flor silvestre y un monte natural en el que se advertían incluso los restos de una caravela. Tan acertado detalle terminó convirtiéndose finalmente en el centro de atención de la cofradía. Las hermandades proponen y las mayordomías disponen. Fue así como ayer, el Cristo de la Viga se alzó sobre un monte de pura y verdadera muerte, que acentuó aún más si cabe el sentido dramático del primero de los pasos de la cofradía radicada en la Santa Iglesia Catedral. Sin abandonar el seguimiento puntual a las predicciones meteorológicas, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga inició su itinerario procesional a las seis menos cuarto de la tarde, casi una hora antes de lo que lo hiciera el pasado año. Tras abandonar el reducto catedralicio, el cortejo nazareno buscó su reencuentro con los lugares en los que suele ofrecer su mejor estampa, esto es, los alrededores de la basílica del Carmen. Cuando se habla de crisis de nazarenos, siempre se cita a esta cofradía ejemplo, cuando en honor a la verdad el número de nazarenos que ayer puso en la calle la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga poco tiene que envidiar al de muchas corporaciones. El cortejo, que puede presumir de vestir una de las túnicas más hermosas de toda la Semana Santa, estuvo ayer integrado por unos ciento setenta nazarenos. Sea como fuere, lo cierto es que de unos años a esta parte el cortejo de la Hermandad de la Viga ha experimentado un sensible incremento que es justo reconocer. El paso de misterio mantuvo la línea de años anteriores en lo que a su forma de andar se refiere, estando al mando de la cuadrilla José Luis Villaverde. Lejos quedaron los tiempos en los que el crucificado se presentaba a Jerez andando a paso corto y sobre los pies. En el paso de palio de la Virgen del Socorro se estrenaron tanto Álvaro Barba Hidalgo como la Banda de Música Nuestra Señora de las Angustias, de la localidad sevillana de Sanlúcar la Mayor. La copatrona de Jerez estrenó un manto de terciopelo liso en color grana, un tono que ofrecía un hermoso contraste con el de los 1.600 tallos de rosas blancas que fueron dispuestos por las distintas jarras del paso. Pleno de sabor cofradiero fue el tránsito de la Virgen del Socorro por calles como Carpintería Baja, Carmen y Sedería, en busca de la angostura de Tornería. Al menos en este enclave, la hermandad seleccionó un repertorio de marchas clásicas para su paso de palio, manteniendo la tendencia ya observada el año anterior. En esta última calle, por ejemplo, pudieron escucharse Virgen del Valle, Nuestra Señora del Socorro (Orellana) y Nuestra Señora del Socorro (Gámez Laserna). La lluvia sorprendió a la cofradía cuando se encontraba ya en los últimos tramos de su itinerario, lo que obligó a acelerar un poco la recogida.
La Madre de Dios se aureola de estrellas
Aún no se abrieron las puertas del templo. Alejado de cualquier teoría, sobrecogido de misterio ante la inmensidad sonora e inmutable, volvemos de nuevo a oír los silencios de Jerez en Semana Santa. Signos visibles de su fe proclamados uno a uno en el corazón de cada nazareno. Ante esta emoción indefinible sólo queda dejarse llevar, interpetarla tiempo a tiempo como una sinfonía única y total, abandonar el alma a su corriente sabiendo que entre el amor y la muerte colocó la historia de Jerez una señorita vestida de luto que acaricia las espinas del dolor y eleva las pupilas a los cielos de la resurrección definitiva. El Lunes Santo cae sobre Jerez como un manto henchido de negritud y testimonio. La tarde derramaba entonces los más encendidos augurios de la penitencia hecha reflexión externa, el matiz de los ojos anónimos, el tamiz de la boca callada, de los labios sellados por la cerradura del silencio personal, personalizado, como opción enfatizada corazón adentro. Aceleramos el paso para abrir veredas por entre la muchedumbre. El público tomaba cuerpo a las puertas del templo, como arremolinado bajo un cielo desafiante de recuerdos y lluvia todavía instalada en la memoria reciente. Presentimos cómo la cofradía permanecería ya asistida de preámbulos. Quien esto escribe consigue adentrarse en demasía hasta el mismo corazón de la intimidad. Acaso por gentileza de los cofrades dirigentes encuentro un lugar de excepción en el que posicionarme como testigo privilegiado. Decenas de nazarenos provistos de capuz y desprovistos de capirote guardan extrema compostura. El interior de Madre de Dios se nos antoja como un mundo diferente al margen del murmullo de masas que bisbisean emociones en las calles colindantes. Descubres sentimientos nuevos. Incluso los cofrades encargados de organizar los diferentes tramos presentan cubiertos sus rostros. Gabriel Mateos Benítez es el Hermano Mayor. El máximo representante integra una familia de larga tradición en el seno de Amor y Sacrificio. Cruz de guía arbórea de madera teñida y barnizada. Libro de Reglas sobre terciopelo morado. Las reglas fueron transcritas por Enrique Hernández y Rodríguez de los Ríos con una impecable letra inglesa y los encabezamientos con redondillas. Bandera Concepcionista que era el antiguo estandarte de la Hermandad (la bandera de la Congregación de los Luises), Simpecado de terciopelo color negro, la bandera oficial de estilo rocalla... Y horas transidas que aguardan transidas de misterio. Del misterio de lo que no se ve pero a cada momento se siente. Podrían ellos no ser, no haber sido. Podrían ignorar que en estas horas todo es posible. O desconocer que la gloria es lo absoluto. Estos nazarenos de negro podrían narrar infinitas posibilidades de no haber visto a la Madre de Dios y, sin embargo, asumen la responsabilidad de unos obervadores de auténtico lujo. Porque los hermanos de Amor y Sacrificio no poseen la mirada vertical que proyectan los capirotes de otras corporaciones sino la observación horizontal que necesita la Madre de Dios. Sin la Virgen de sus amores estos hermanos mudos de puro goce maternal podrían crecer en las sombras de la existencia. Porque todos los tiempos han padecido sus noches, sus agobios mayúsculos, sus incertidumbres. Pero ellos tienen ahora, tuvieron anoche, la dicha de conocer de cerca la gracia. De encontrar la verdad, su verdad. Hombres y mujeres de capuz y pies descalzos, siempre en silencio cuando el exterior requiere mayores espacios, tienden a relacionarse con Dios. La parroquia de Madre de Dios ha sido un mensaje de diálogo con Dios a través de la Virgen. Ha recortado casi dos horas sobre las previstas antaño. La intensidad a menudo riñe con la extensión temporal. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. La larga fila de penitentes ya está formada. Mañana mismo puede ser otro día para los creyentes del rostro cubierto. La gente murmulla inquieta en las afueras. Madre de Dios se aureola de estrellas cada tarde del Lunes Santo
Informa: Jerez Información
Un arcos iris de nítida sensibilidad cofradiera
La Plata es el arco iris de la sensibilidad cofradiera dentro de la Iglesia de Santa Ana. El barrio hecha piña de flores en el palio de la Candelaria. Una fiesta anticipada. De los sentidos. La inocencia y la madurez. La tradición y el porvenir. La proporcionalidad y asimismo los ajustes del casticismo devocional. Entiéndase este concepto como perífrasis de la certeza de una cofradía capaz de arremolinar en su entorno a cientos de jerezanos. La algarabía como apéndice de su mejor idiosincrasia. El barrio de la Plata se colorea cada tarde de Lunes Santo. Leemos frases de sociología para comprender la dimensión de semejante titular periodístico. Siempre la prensa como reflejo de cuanto aquí sucede. Debemos entender el carisma de estas calles, la calidez de sus gentes, la candidez de sus niños. Hermandad que acaba de cumplir sus primeros cincuenta años de existencia como plasmación de una certeza acumulada de noches de penitencia, de recogidas de la cofradía siempre en el acompañamiento del vecindario. La alegría de una cofradía gozosa y gozada, que llega al templo en sones de jerezanía, contrasta con el martirio del pasaje de su paso de misterio. Maravilloso contraste, en efecto. El suplicio del pesa de la cruz es uno de los más espantosos inventados por la crueldad humana. Cicerón la definió como la pena más terrible y cruel, de ahí que, según el mismo orador romano, la palabra cruz deba permanecer alejada no sólo del cuerpo sino también del pensamiento, de los ojos y oídos de los romanos. No así de los cofrades de la Candelaria, que la muestran como ejemplo y conmemoración. En la actualidad la cruz de la luz y el aire de los sentimientos cofradieros que nos aleccionan y nos elevan hacia la misma gloria sólo encuentra plasmación en la magnitud reflexiva de Jerez en la collación de Santa Ana. Todo es una orquesta melódica de movimientos concertados bajo la batuta de la luminosidad penitencial. Jóvenes mujeres. Muchachas que visten la túnica para ofrecer la categoría de un testimonio irreprochable. La calidad no depende de la cantidad. Pero aquí la calidad es también cantidad. La cruz de guía, erguida en pie, eleva la imagen personal de Cristo a una distancia más lejana. Viéndolo pasar uno puede no prestar particular atención a algunos detalles. E incluso no darse cuenta de que representa al Señor camino del Calvario. Las cosas pueden verse de otro modo. Cristo a pocos instantes de una travesía segura y certera. Avanzando sobre su destino, las manos acariciando el madero, la espalda aún no despojada de ropajes. Y ante un Imagen así, hasta las raíces naturales de la criatura llegan a sentir compasión, y con la compasión el deseo de hacer algo. Vicente Sánchez López, el Hermano Mayor, satisfecho por la cofradía ya formada. El Diputado Mayor de Gobierno Miguel Lloret atento a los últimos detalles. El capataz del paso de Misterio José Luis Sánchez López ya delante del martillo.
La Viga se alza sobre un monte de muerte
Antes de que vistan su túnica los primeros nazarenos e incluso antes de que las calles del centro sepan del montaje de palcos, es posible conocer los estrenos que presentarán las distintas cofradías. Un detalle escapa a esas previsiones: las flores. La estética de los pasos se culmina en las horas previas a la salida procesional. Es ahí donde los equipos de Mayordomía adquieren su protagonismo. Hace años, décadas incluso, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga sorprendió a Jerez colocando cardos a las pies del crucificado. Ayer volvió a hacerlo, completando ese tradicional exorno con una cenefa de flor silvestre y un monte natural en el que se advertían incluso los restos de una caravela. Tan acertado detalle terminó convirtiéndose finalmente en el centro de atención de la cofradía. Las hermandades proponen y las mayordomías disponen. Fue así como ayer, el Cristo de la Viga se alzó sobre un monte de pura y verdadera muerte, que acentuó aún más si cabe el sentido dramático del primero de los pasos de la cofradía radicada en la Santa Iglesia Catedral. Sin abandonar el seguimiento puntual a las predicciones meteorológicas, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga inició su itinerario procesional a las seis menos cuarto de la tarde, casi una hora antes de lo que lo hiciera el pasado año. Tras abandonar el reducto catedralicio, el cortejo nazareno buscó su reencuentro con los lugares en los que suele ofrecer su mejor estampa, esto es, los alrededores de la basílica del Carmen. Cuando se habla de crisis de nazarenos, siempre se cita a esta cofradía ejemplo, cuando en honor a la verdad el número de nazarenos que ayer puso en la calle la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga poco tiene que envidiar al de muchas corporaciones. El cortejo, que puede presumir de vestir una de las túnicas más hermosas de toda la Semana Santa, estuvo ayer integrado por unos ciento setenta nazarenos. Sea como fuere, lo cierto es que de unos años a esta parte el cortejo de la Hermandad de la Viga ha experimentado un sensible incremento que es justo reconocer. El paso de misterio mantuvo la línea de años anteriores en lo que a su forma de andar se refiere, estando al mando de la cuadrilla José Luis Villaverde. Lejos quedaron los tiempos en los que el crucificado se presentaba a Jerez andando a paso corto y sobre los pies. En el paso de palio de la Virgen del Socorro se estrenaron tanto Álvaro Barba Hidalgo como la Banda de Música Nuestra Señora de las Angustias, de la localidad sevillana de Sanlúcar la Mayor. La copatrona de Jerez estrenó un manto de terciopelo liso en color grana, un tono que ofrecía un hermoso contraste con el de los 1.600 tallos de rosas blancas que fueron dispuestos por las distintas jarras del paso. Pleno de sabor cofradiero fue el tránsito de la Virgen del Socorro por calles como Carpintería Baja, Carmen y Sedería, en busca de la angostura de Tornería. Al menos en este enclave, la hermandad seleccionó un repertorio de marchas clásicas para su paso de palio, manteniendo la tendencia ya observada el año anterior. En esta última calle, por ejemplo, pudieron escucharse Virgen del Valle, Nuestra Señora del Socorro (Orellana) y Nuestra Señora del Socorro (Gámez Laserna). La lluvia sorprendió a la cofradía cuando se encontraba ya en los últimos tramos de su itinerario, lo que obligó a acelerar un poco la recogida.
La Madre de Dios se aureola de estrellas
Aún no se abrieron las puertas del templo. Alejado de cualquier teoría, sobrecogido de misterio ante la inmensidad sonora e inmutable, volvemos de nuevo a oír los silencios de Jerez en Semana Santa. Signos visibles de su fe proclamados uno a uno en el corazón de cada nazareno. Ante esta emoción indefinible sólo queda dejarse llevar, interpetarla tiempo a tiempo como una sinfonía única y total, abandonar el alma a su corriente sabiendo que entre el amor y la muerte colocó la historia de Jerez una señorita vestida de luto que acaricia las espinas del dolor y eleva las pupilas a los cielos de la resurrección definitiva. El Lunes Santo cae sobre Jerez como un manto henchido de negritud y testimonio. La tarde derramaba entonces los más encendidos augurios de la penitencia hecha reflexión externa, el matiz de los ojos anónimos, el tamiz de la boca callada, de los labios sellados por la cerradura del silencio personal, personalizado, como opción enfatizada corazón adentro. Aceleramos el paso para abrir veredas por entre la muchedumbre. El público tomaba cuerpo a las puertas del templo, como arremolinado bajo un cielo desafiante de recuerdos y lluvia todavía instalada en la memoria reciente. Presentimos cómo la cofradía permanecería ya asistida de preámbulos. Quien esto escribe consigue adentrarse en demasía hasta el mismo corazón de la intimidad. Acaso por gentileza de los cofrades dirigentes encuentro un lugar de excepción en el que posicionarme como testigo privilegiado. Decenas de nazarenos provistos de capuz y desprovistos de capirote guardan extrema compostura. El interior de Madre de Dios se nos antoja como un mundo diferente al margen del murmullo de masas que bisbisean emociones en las calles colindantes. Descubres sentimientos nuevos. Incluso los cofrades encargados de organizar los diferentes tramos presentan cubiertos sus rostros. Gabriel Mateos Benítez es el Hermano Mayor. El máximo representante integra una familia de larga tradición en el seno de Amor y Sacrificio. Cruz de guía arbórea de madera teñida y barnizada. Libro de Reglas sobre terciopelo morado. Las reglas fueron transcritas por Enrique Hernández y Rodríguez de los Ríos con una impecable letra inglesa y los encabezamientos con redondillas. Bandera Concepcionista que era el antiguo estandarte de la Hermandad (la bandera de la Congregación de los Luises), Simpecado de terciopelo color negro, la bandera oficial de estilo rocalla... Y horas transidas que aguardan transidas de misterio. Del misterio de lo que no se ve pero a cada momento se siente. Podrían ellos no ser, no haber sido. Podrían ignorar que en estas horas todo es posible. O desconocer que la gloria es lo absoluto. Estos nazarenos de negro podrían narrar infinitas posibilidades de no haber visto a la Madre de Dios y, sin embargo, asumen la responsabilidad de unos obervadores de auténtico lujo. Porque los hermanos de Amor y Sacrificio no poseen la mirada vertical que proyectan los capirotes de otras corporaciones sino la observación horizontal que necesita la Madre de Dios. Sin la Virgen de sus amores estos hermanos mudos de puro goce maternal podrían crecer en las sombras de la existencia. Porque todos los tiempos han padecido sus noches, sus agobios mayúsculos, sus incertidumbres. Pero ellos tienen ahora, tuvieron anoche, la dicha de conocer de cerca la gracia. De encontrar la verdad, su verdad. Hombres y mujeres de capuz y pies descalzos, siempre en silencio cuando el exterior requiere mayores espacios, tienden a relacionarse con Dios. La parroquia de Madre de Dios ha sido un mensaje de diálogo con Dios a través de la Virgen. Ha recortado casi dos horas sobre las previstas antaño. La intensidad a menudo riñe con la extensión temporal. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. La larga fila de penitentes ya está formada. Mañana mismo puede ser otro día para los creyentes del rostro cubierto. La gente murmulla inquieta en las afueras. Madre de Dios se aureola de estrellas cada tarde del Lunes Santo
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