Jerez. Dios entregado con un beso en San Benito
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Jesús es el Hijo de Dios, y como Dios humanizado en San Benito, ha sido entronizado sobre el paso de la Hermandad de la Clemencia, ceñido de regias vestiduras, aquellas que estrenara a comienzos de febrero cuando el Vía Crucis de la Unión de Hermandades. Ese es a grandes rasgos el resumen iconográfico que podemos hacer a lo que ayer nos enseñaron los cofrades que cada año llegan a Jerez desde el Polígono, y es que la Hermandad acaba de vivir.. está viviendo de hecho, un debate intenso sobre si el Señor, protagonista del misterio del beso de Judas, debe conservar su antigua presencia con túnica lisa y mantolín, o por el contrario, vestir como ayer lo hizo, con la túnica granate bordada en oro que en febrero, para el Vía Crucis, le finalizara el bordador sevillano Pedro Pablo Gallardo. Un debate ciertamente interesante por todo lo que teológicamente puede extraerse del mismo, que no hace sino hablarnos de la grandeza de una joven y aún incipiente cofradía, que ayer volvió a dar muestras de la madurez que atesora desde su nacimiento, y es que parece mentira que las cosas vayan tan rápido, pero lo cierto es que rápido van, y por eso la presencia de la Hermandad de la Clemencia en la jornada del Martes Santo, ya se ha convertido en algo habitual entre los cofrades que ya no nos acordamos de cuando ésta, era la jornada «para irse a Sevilla en Semana Santa». La mañana, como suele suceder por San Benito, fue de las de mirar al cielo, principalmente en dirección a Sanlúcar, y es que esa es ya una costumbre arraigada en el espíritu cofrade, que no sabría vivir sin el recurrente tema de conversación de meteored. Ambiente parroquial en la acera de León de Carranza, donde no paraban de sonar los inconfundibles clikeos de los móviles haciendo fotos, y luego a esperar que dieran las cuatro, para que los nazarenos del cirio al cuadril empezaran a blanquear las almas del barrio. Sol en la cara del Maestro, brillo en el oro nuevo de sus bordados, y bronce antiguo en los sones de la Banda de Los Gitanos, que otro Martes Santo más, trajo a Jerez desde Sevilla el inconfundible sabor musical de los ochenta, y todo ello abrochado por un llamador de estreno que avisaba a día grande por el barrio, donde las madres volvieron a poner antes en la mesa la comida, porque había que estar temprano en la parroquia. El primer misterio con olivo de nuestra Semana Santa puso su proa en dirección al centro, y rasgando el aire, caminando a la manera a la que debe hacerlo una cofradía de tantas horas en la calle, comenzó a derramar estampas con sabor a muchas cosas, mezcla inevitable de modernidad y de ventura. Velocidad entre los bloques”, sosiego al entrar en Palquillo, elegancia al paso por el Jerez de siempre, y otra vez a casa, la luna en lo alto, para cerrar su itinerario en San Benito al filo de la una de la madrugada, donde los besos fueron otra vez protagonistas, y es que esta es la Hermandad de los besos de verdad, que así mitigan el que Judas dio a Dios para entregarlo. Esperando el palio de Salud y Esperanza Por cierto, imaginen ahora que tras todo esto que les acabo de contar, llegaba el palio de María Santísima de Salud y Esperanza, estrenando la dolorosa corona realizada por Osorio en Sevilla, y a los sones de las marchas que cada año reconfortan el espíritu de los vecinos que junto a la Virgen pasan sus vidas entre las esperanzas del cada día. No sucedió esto en la jornada de ayer, porque aún no sale el palio de San Benito a las calles de nuestra ciudad, pero cuando lo haga, y no tardará mucho tiempo , créanme, no habrá broche de oro más hermoso para la crismal jornada del Martes Santo en Jerez.
Informa: La Voz Digital
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