Noticias de la Semana Santa de Jerez y Sevilla

domingo, marzo 23, 2008

Jerez. La saeta se hizo protagonista con la Buena Muerte y el Dulce Nombre

Tres y media en Santiago. Desde la Basílica de la Merced, los negros nazarenos de la Hermandad de la Buena Muerte comienzan su lento caminar por las calles de Jerez. A su paso por la calle Nueva, lugar donde aguardan los pasos de la Hermandad, el silencio es total. Tras el cortejo del misterio, aparece la serena imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte entre los cuatro hachones encendidos de su paso. Impresionante la talla que tallara en su día el sevillano Antonio Castillo Lastrucci. En la pasada madrugada llevaba su tradicional monte de claveles rojos y un friso de statis morado. A los mandos del martillo, Hermenegildo Sánchez Salido, y debajo, los 29 costaleros que, con su caminar largo y racheado pasearon por Jerez a la magnífica talla de Castillo. En sus primeros metros de recorrido por el barrio de Santiago, las primeras saetas rompen la tranquilidad de la noche. Tras el Señor, un largo trecho de cruces de penitencia, señal de la devoción que arrastra el crucificado jerezano. Detrás, llega el cortejo del palio. En él, se pudo observar un tramo de rojiblancos nazarenos de la Hermandad del Prendimiento, que la hermandad de la Buena Muerte decidió invitar ya que la corporación del Miércoles Santo no pudo procesionar por causa de la lluvia. En este tramo también se pudo ver el banderín concepcionista, uno de los estrenos que la Hermandad puso en la calle, obra del jerezano Ildefonso Jiménez. Entonces, aparece ella, la Virgen del Dulce Nombre. La candelería, totalmente encendida, ilumina su sereno y bello rostro. Al igual que el Cristo, la Virgen fue obra de Castillo Lastrucci. El palio es uno de los más característicos de nuestra ciudad, de reminiscencia gótica. Iluminando la trasera, dos grandes faroles entrevarales en lugar de los tradicionales candelabros de cola. Como exorno floral, calas y claveles blancos. Hermenegildo Sánchez fue también el encargado del llamador en el palio del Dulce Nombre. Tras su salida de la Catedral, poco después de las seis y media de la mañana, y con los primeros rayos del sol, el recorrido de la corporación de Santiago fue haciéndose cada vez más hermoso. Más acompañada y de una manera más respetuosa estuvo la Hermandad por la Porvera, cuando los recién levantados se acercan al centro para ver las recogidas de las cofradías. De nuevo, la estampa del Crucificado de la Buena Muerte bajo las jacarandas trajo recuerdos de Semanas Santas de antaño. La llegada a la calle Ancha, con la saeta como protagonista, fue también un momento único. Y es que pareció que todas las que no se le pudieron cantar al Prendimiento se las cantaron al Cristo de la Buena Muerte y a la Virgen del Dulce Nombre que, a las nueve y media de la mañana y de la misma y solemne forma con la que se echaron a la calle, se recogieron en su casa de Hermandad de la calle Nueva.

Informa: La Voz Digital