Jerez. Defensión: la elegancia de las formas
La Semana Santa de Jerez es maravillosa por muchas razones, y una de ellas estriba en la mágica capacidad que tiene de hacer encaje de bolillos con las costumbres, las tradiciones y las leyendas, agitándolas en una cocktelera invisible de la que siempre salen excelentes resultados. Solo así se explica que una Hermandad que acaba de cumplir cincuenta años, que radica en un templo paradigmáticamente moderno, y que hasta hace relativamente poco no se ha consolidado en unas formas y usos definitivos tras sus varios traslados de sede y sus muchas dificultades «procesionales», sea capaz hoy día de convertirse en una de las más fieles cumplidoras del espíritu decimonónico que alguna vez nació en algún sitio, para enredarse por siempre en el alma de los que amamos la Semana Santa. Sólo así se explica que los amantes de la tradición mas romántica en torno a las cofradías, hayan hecho suyo el aire de esta capuchina corporación, que de la mano de Pepe Prieto ha venido en cerrar un círculo iniciado antes por otros hermanos mayores, hasta conseguir un primor de ruanes violetas con forma de Hermandad de penitencia, y es que todo es elegante en esta cofradía, desde que a eso de la caída de la tarde comienzan a escucharse los lentos tañidos del campanil del convento. Aceras que se llenan suavemente, un rumor de orillas en pleamar que acompaña las riberas del bulevar hasta las mismas vísperas del Palquillo, un cortejo sobrio con cirios en alto, y dos estampas de innegable sabor y buen gusto, la del crucificado que llegó de Valencia para hacer historia allá donde los Cartujos, y una dolorosa bajo palio, de la que dicen, hizo llorar al mismo Álvarez Duarte cuando la vendió con destino a Jerez. Así es la cofradía de la Defensión, y así hemos aprendido a verla y a quererla los que hemos ido creciendo con ella, los que ayer saboreamos el estreno del nuevo guión que le ha bordado Ildefonso, y a cuyo asta ha cuajado su remate el orfebre sevillano Jesús Domínguez, abrochándolo con el abrazo de San Francisco, en plata de ley. De categoría la puesta en la calle de la Hermandad, recordándonos sobre todo a primera hora lo que sucedió el pasado mes de octubre, cuando el Cristo salió en procesión para conmemorar el cincuentenario fundacional de esta corporación nazarena, y de categoría su paso por Jerez casi de puntillas, sobre todo a esas horas en las que la noche extiende su negro manto sobre la ciudad, para hacer de los inciensos escolta fiel de las estrellas. El sabor de la cofradía por Carpintería Baja y Gaitán Cuánto sabor al paso de la Hermandad por la Carpintería Baja, a los sones siempre extraordinarios de la Banda del Cristo de la Caridad, y cuánta hermosura ante el palio de la O ya cerca del templo, al paso por Gaitán, donde la luz del Martes Santo pareció convertirse en un catálogo de los mejores cuadros impresionistas, mientras las marchas sonaban, sólo sonaban… haciendo a la vez del silencio, cómplice arriesgado de quienes allí participábamos del momento. Así se nos escapó un año más de entre las manos el agua salvífica del costado de Cristo, la que nos fue entregada en una estampa, en una contemplación serena de la imagen de Esteve Bonet, y así dijimos adiós un año más a ese trocito de cielo dibujado sobre la fe popular, cuando la Reina y Señora de la O nos dijo adiós con la mirada; y es que la Defensión no suele recogerse, sino despedirse lentamente, como un duelo silencioso, dejándonos tras sí una estela de belleza, para la que ya falta sólo un año…
Informa: La Voz Digital
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