Noticias de la Semana Santa de Jerez y Sevilla

domingo, marzo 23, 2008

Jerez. Jerez tomó las calles pese al frío de la ‘Noche de Jesús’

Aún no había terminado la Oración en el Huerto de recogerse en Cristina cuando el mismo aire de los primeros minutos del Viernes Santo envolvía en La Plazuela el ceremonioso camino que protagonizaba el cortejo de la Hermandad de la Yedra desde la parroquia de Madre de Dios hasta su capilla, donde aguardaban los pasos. Muchedumbre había en la Alameda ante Santo Domingo para despedir la jornada del Jueves Santo y mayor aún era la que apretaba en las Puertas del Sol deseosa de una Madrugá que les resarciera de cuantas cofradías se habían perdido los dos días anteriores. Fue la tónica de una noche deliciosa.
El frío, con temperaturas que bajaron hasta los seis y siete grados, fue protagonista, sin embargo, junto a las cofradías en la calle. Pero la bajada del porcentaje de probabilidad de lluvia hasta apenas el diez por ciento tras haber dejado atrás el ochenta o noventa que marcó los peores momentos del Miércoles Santo y el cuarenta o cuarenta y cinco que aún el Jueves Santo dejó a la Redención en casa fue cifra mucho más tenida en cuenta que la que marcaba el termómetro a la hora de tomar la decisión de que llegaba el momento de no perderse ningún momento más de cuantos la Semana Santa aún tenía para los jerezanos.
Y La Yedra constituía una excelente primera piedra de toque. Por eso el barrio le gritaba más que nunca a su Señor de la Sentencia cuando el misterio mandado por Miguel Jaén volvió a convertirse en arquetipo de excelencia costalera. La Empedrada se volvió loca con ese emblema de la identidad de La Plazuela. Y la Agrupación Musical de la Sentencia, mientras tanto, demostraba como nunca porque está considerada entre las primeras de toda Andalucía. Pero aún mayor fue la fiesta cuando la Esperanza tomó las calles. Tal petalada le fue otorgada, mientras no cesaban las marchas dedicadas a coronaciones, que tapizaron su techo de palio.
Aún no había abandonado el barrio un cortejo que, con presencia de nazarenos de las hermanas cofradías de la Buena Muerte y el Cristo de la Expiración, coincidía en la calle con aquél otro que, tras las dos clásicas campanadas, comenzaba a salir de la parroquia de San Miguel. También la Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud llevaba nazareno de otra corporación penitente. En este caso, sin embargo, era preciso ir más lejos para encontrar su procedencia: el nazareno rojo y blanco del capirote redondeado y las sandalias también granas que iba en la presidencia del palio pertenece a la Hermandad de la Salud de Murcia.
Los cofrades de San Miguel volvieron a corresponderse con el ejemplar cortejo que fraguó el sobrenombre del Silencio. El bendito crucificado, reflejando su sombra sobre los muros de la Alameda Vieja, cuando recién salida la cofradía buscaba el Jerez murado por Armas, o la Encarnación envuelta en inusual manto azul mientras se restaura el juanmanuelino constituyeron impresionantes referentes de una noche que se mostraba verdaderamente agradable pese a la hipotermia colectiva.
Y tras el de San Miguel marchaba el Silencio Blanco. Con gran satisfacción fue recibida la cofradía de las Cinco Llagas en las calles tras que el año pasado fueran víctimas del riesgo de lluvias. El Señor de la Vía-Crucis caminaba sugiriendo que lo hacía por su propio pie, ensoñación de Madrugada Santa promovida por la cuadrilla de Martín Gómez, quien esta vez pudo estrenarse ante este paso. La Virgen de la Esperanza, por su parte, lucía su nueva corona. El tránsito de sus nazarenos blancos se convirtió en espléndido espejo en el que mirar la mejor penitencia. Y, entre ellos, el tramo del libro de difuntos, constituye una gran aportación. La Madrugá sin las Llagas no es lo mismo.
Por su parte, Jesús Nazareno, la imagen y la cofradía, volvieron a ser el referente indiscutible de la madrugada del Viernes Santo. Por eso cuando la Alameda de Cristina es una fiesta cada Noche de Jesús no lo es, en el momento de la apertura de las puertas de la capilla de San Juan de Letrán por la más nueva presencia en el lugar del Palquillo que oficializa el tránsito común de las hermandades en la Carrera Oficial. Lo es, más bien, por los genuinos y, hoy en día, singulares atractivos de una procesión que cuenta en su historia con la medalla de haberle plantado cara a la homogeneización de nuestra Semana Santa jerezana.
Por la mañana, el Jueves Santo, tuvo lugar la oficialización de un hermanamiento entre las dos cofradías de la ciudad, Nazareno y Cristo de la Expiración, en las que la historia deposita la herencia de una estética distinta que, preciera, trasciende también al talante de unos cofrades dotados de un aura especial. A veces pudo pensarse que la similitud de esa herencia enfrentaba a los de Letrán y San Telmo pero las rúbricas mañaneras en la capilla y la noche, en la que la procesión puso una presidencia de cargadores del Cristo en las filas del Nazareno, decían la verdad de todo ello. La Carpintería Baja, cuando la Hermandad iniciaba su regreso, fue testigo de cómo los del bacalao campillero metieron el hombro bajo el palio de la Virgen del Traspaso.
Y cuando la primera en la calle, aquella Yedra de la petalada en Empedrada y de los gritos del barrio a la Sentencia, estaba a punto de convertirse, un año más en el cierre en Carrera Oficial de la Noche de Jesús, aún quedaba que se colocara tras tras el Nazareno la Hermandad de la Buena Muerte. Bajaban desde el barrio de Santiago haciendo feligresía y parroquia en sus filas. La lluvia del Miércoles Santo lo permitió. Entonces no pudo salir la Hermandad del Prendimiento pero, con seis parejas de cera y el estandarte con insignias, ocuparon un tramo en el cortejo de su fraternal compañero de, por el momento, cerrado al culto templo parroquial de Santiago.
Madrugá, Noche de Jesús o, simplemente, madrugada del Viernes Santo, fue, como siempre, una de las más clásicas jornadas de la Semana Santa.


El Nazareno fue el Señor de su noche


La silueta que, de modo más clásico, se recortó, un año más, en la madrugada del Viernes Santo, sigue siendo aquella en la que se identifica al curioso sayón vestido con el uniforme de los tercios de Flandes, el popular Marquillo, y la ima gen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Entre las palmeras de Cristina especialmente pero también en cualquier otro lugar de su itinerario, Jesús sigue siendo el Señor de su noche. La luz de los faroles de las mujeres y el paño egipcio de los hombres de San Juan de Letrán son, del mismo modo, parte sustancial de esa estampa inconfundible.


Obstinado protagonismo de las sombras horarias

Demasiadas luces ostentaba la última jornada de estaciones de penitencia como para que al final fueran los ya acostumbrados incumplimientos horarios del Viernes Santo los que prevalezcan en el primer plano de su actualidad. Pero tan impresentable resulta que la Piedad se recoja a las cuatro de la madrugada, con casi dos horas de retraso, como que sigamos sin encontrar el modo de resolver aquello que ya conoce de probaturas diversas en el intento de evitar tal broche para nuestra Semana Santa. Y peor se pone cuando se advierte que ya entraban con cuarenta minutos de retraso las cofradías en la Carrera Oficial.
Todo comenzaba en Las Viñas. La Hermandad de la Exaltación estrenaba varias cosas pero una de las más llamativas era la que dibujaba en su itinerario una ansiada presencia en el barrio que, por quererse destacar desde el primer momento en la calle hizo que la cofradía adelantara su salida a las cuatro de la tarde. Su prevista vuelta inicial, que le hizo tener su primera hora en la calle entre los bloques de Las Viñas y la siguiente tras cruzar por la Fábrica de Botellas en la zona de El Pelirón, contó con el inconveniente añadido de un retraso en la llegada de la banda del paso de la Concepción Coronada.
Todo ello, enmedio de “un sol que molesta” como afirmaba un rato antes de la salida su hermano mayor, se disfrutaba prestando atención al nuevo paso del Cristo de la Exaltación. La enormidad de sus trazas se daba la mano con una mirada más de detalle a la María Cleofás de Aguado que se estrenaba igualmente. Por detrás sonaría, en el repertorio de la Sentencia, A tus pies, Exaltación, marcha de estreno como, tras el palio, Coronada en Las Viñas. Otro detalle, en el cortejo, era la presencia de una veintena de hermanos de la Hermandad del Consuelo que, tras quedarse sin poder salir por la lluvia del Miércoles Santo, conformó un tramo en la cofradía por invitación de la Exaltación y como expresión de la comunión parroquial existente entre ambas corporaciones.
Muy poco después haría su aparición en la calle la Hermandad del Cristo de la Expiración. Y la coronación canónica de la Virgen del Valle, que tendrá lugar el próximo 1 de noviembre, se convirtió en un hecho en la mente de todos cuando una inmensa petalada caía sobre el palio de la Morena del manto rojo. A la fiesta se sumarían hermanos del Nazareno, de la Yedra, del Prendimiento, de la Coronación... Fiesta de todos parecía la estación de los cofrades del Cristo y, en ello, comenzaba a parecer lo que será aquella otra de noviembre.
“Queremos una coronación para que disfrute todo Jerez” decía el hermano mayor por la mañana. Parecía ya serlo la procesión del Viernes Santo. A falta de otros estrenos, el dorado de la corona de salida sonaba a despdeida para una pieza que parece abocada a ser recluida en las vitrinas una vez llegiue la obra de Borrero que coronará a la Virgen una vez llegue el acontecimientos esperado. La petalada en Tornería también cambiaba el tono de sugerida petición de años atrás por el de fiesta adelantada de una coronación ya decretada.
Cuando ello ocurría aún avanzaba por su barrio de San Pedro el río morado de unos nazarenos que, desde que se estrenó el nuevo hábito nazareno, otorgan mayor personalidad a la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto. Cargada de un determinado tono romántico desplegado desde la propia cruz de guía, de sección exagonal, hasta la que corona el paso -la Cruz es titular primera de la cofradía-. La Virgen, la del bordado asimétrico y la presencia elegante y sobria en las calles, volvió a ser plato de gusto para exquisitos paladares cofradieros.
Soledad al pie de la Cruz, la de San Pedro no es la única del Viernes Santo que evidencia esa solitaria asunción de la muerte de su Hijo. Desde La Victoria, y con el Sagrado Descendimiento por delante, recorrió todo su itinerario la luz al final del recorrido. Y así somo el Descendido resucita hoy la oscuridad de la Porvera en la recogía también aguardaba los haces de los recuperados proyectores del Ejército. Para entonces llegaba el final de la estación que se pudiera en marcha de la mano de la marcha Soledad de madre, interpretada antes de la salida por su autor, Jerónimo Sánchez.
Y al final, la Piedad y el Santo Entierro. Bellísima la estampa de la primera en el Duelo, cruda la segunda tras los dieciocho ciriales. Las representaciones de las hermandades, las eclesiales, las municipales, las de otras instituciones... Y, al final, dos horas de retraso como fruto de las lamentables aportaciones de unos y otros.


Informa: Jerez Información

1 Comments:

Blogger antonio said...

lamentable lo del cristo.que poco arte

9:57 p. m.  

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