Salesianidad penitente de estreno en la Carrera Oficial
El traje salesiano le sentó bien a Jerez. La Hermandad de la Redención, aquella que bebe en Don Bosco aquella religiosidad característica que se plasma en su carisma educador de la juventud, supo estar a la altura de las circunstancias del momento histórico que, tras los estrenos el día anterior del Soberano Poder y el Consuelo, vivía en Carrera Oficial y en la Catedral.
Dicen que Domingo Savio se puso así en manos de San Juan Bosco, pidiéndole que fuera sastre que acomodara sus talentos a las necesidades de su obra. Y, en efecto, el resultado, en la cofradía jerezana, fue ese, el de tender por las calles de la ciudad el signo de lo salesiano.
La tarde no ofrecía ya riesgos de lluvia pero el cielo no estaba todo lo azul que a todos les hubiera gustado para un Jueves Santo. Así, cuando llegó la tarde e Icovesa abrió las puertas de su Santuario, porque así lo sienten los vecinos con la casa salesiana, fue ello, el más intenso azul, el que se hizo desde Lora Tamayo.
San Juan Bosco –la avenida– constituyó auditorio solícito para esa sinfonía que estalló con sus mejores sonidos a la salida de la cofradía para revestirse inmediatamente de espíritu confortador para con los ingresados en el hospital y geriátrico de San Juan Grande.
Un cortejo verdaderamente recrecido, una estampa más completa que el año anterior como fruto del esfuerzo realizado durante todo el año por una cofradía que es hermandad, un paso que promete y que arrimó esos aires trianeros prometidos por su capataz Juan Carlos Sambruno, unas figuras nuevas como lo eran ayer las del sumo sacerdote Anás y José de Arimatea –del imaginero gaditano Luis González Rey– sumándose a Jesús y al criado Malco que le abofetea… todo prometía desde el Santuario de María Auxiliadora.
En el patio de acceso a las instalaciones de la Orden de San Juan de Dios convergían las súplicas de los enfermos, el entrañable hermano Adrián derramando santidad, el padre Teodoro y la cofradía con su entusiasmo ante el hecho histórico que vivía en el Día del Amor Fraterno, jornada convertida en verdadera vocación anhelada para la gente salesiana.
Las filas del azul redencionista tomaron la calle La Sangre, Santiago y Ancha y, tras la estación hospitalaria las trazas iban adelantando presagios de multitudinario estreno por mor de aquello que las aceras ya iban ofreciendo. Y a medida que se avecinaba la llegada del Palquillo de Cristina el tono de la cofradía se brindaba a la euforia que habría de vivir en su encuentro con la historia.
Por eso el paso, con su caminar característico, la estampa de una escena más completa sobre un canasto escoltado este año por los candelabros de guardabrisas del sevillano Cautivo de San Pablo hasta que Francisco Pineda le termine los suyos, la banda de cornetas y tambores del Cristo del Amor de el Puerto de Santa María parecían ir revistiéndose por el camino de oficialidad. Las trazas del barco procesional al que Pineda meterá la gubia tras Semana Santa, las imágenes secundarias, la túnica del Señor, los relicarios de Don Bosco o los nuevos ciriales y navetas ayudaban a anunciar novedad por las calles que llevaban a la Redención al centro, hacia la Catedral.
Y Cristina vivió el momento más aguardado de todo el Jueves Santo. Y allí el estreno se revistió del anunciado aire trianero con el que el paso se desenvolvió ante el Palquillo, desencandenando otra tarde de emocionados aplausos al comienzo de una Carrera Oficial que vistió con gusto la salesianidad penitente propuesta. Sambruno mandaba el altar procesional de la Bofetá con desparpajo. Hasta cuatro marchas enlazadas acompañaron los movimientos previstos, cuatro pasos adelante y dos atrás para romper enmedio de la euforia del respetable.
Desde ahí hasta la Catedral todo tuvo el indeleble paladar de una fiesta vivida desde los palcos con regocijo evidenciado en unos jerezanos que, porque era Jueves Santo y tal vez también porque ya nadie mira al cielo y sus riesgos amenazados y apenas materializados, habían decidido ponerse sus mejores galas también para recibir a la Hermandad de la Redención.
De Melgarejo llegó una cofradía de sabor añejo
La jornada procesional había comenzado un par de horas antes en las inmediaciones del Centro Salesiano Manuel Lora Tamayo con la salida a la calle de la Hermandad de la Redención. A las siete y media, una hora más trade por el temor a la lluvia, llegó el turno de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, que de nuevo ofreció una lección de buen hacer cofradiero desde la iglesia de San Juan de los Caballeros.
Esta corporación ofrece numerosos detalles para los amantes de la Semana Santa, desde su cruz de guía –en la que se venera una reliquia del madero en el que Cristo fue crucificado– hasta el cortejo del preste que figura en la trasera del paso de palio de Nuestra Señora de las Lágrimas. La hermandad sacó ayer a la calle a unos doscientos nazarenos, con la particularidad de que el cortejo de misterio y el de palio visten túnicas distintas, algo que no suele ser frecuente en la Semana Santa de Jerez. Así, mientras los hermanos que acompañan al Cristo de la Esperanza visten túnica de cola negra y antifaz del mismo color con cinturón de esparto, quienes preceden a la Virgen de las Lágrimas hacen lo propio con antifaz de terciopelo verde y túnica y capa negras.
Casi sobrecogedora y propia de otros tiempos es la salida a la calle del paso del crucificado. El canasto, uno de los primeros que tallara Manuel Guzmán Bejarano, es exornado con un monte casi natural que ofrece una tremenda crudeza a la escena. Acompañado por los dos ladrones –Dimas y Gestas–, el Cristo de la Esperanza avanzó de manera elegante por la plaza de Melgarejo, en busca de la revuelta de San Juan y la angosta calle Chancillería.
Los dos pasos de la cofradía son comandados por Martín Gómez Moreno, que ejerce de capataz general. Para ello cuenta con un amplio equipo de auxiliares, que se ocupan de dar una sensación de conjunto al trabajo costalero.
El paso de misterio, precedido de una capilla musical, fue perdiéndose en busca de la Carrera Oficial al tiempo que hacía acto de presencia en este rincón del viejo Jerez el palio de Nuestra Señora de las Lágrimas. Pródigo en detalles, rico en matices y a pesar de todo austero en sus formas, la singularidad del conjunto despierta año tras año la admiración de todos los jerezanos que se acercan a contemplarlo.
Ya en el interior del templo suena la Asociación Musical Astigitana, que ya compareció en Jerez el Miércoles Santo para acompañar a María Santísima del Consuelo. Repite prácticamente esta formación su selecto repertorio de marchas fúnebres, que incluye composiciones clásicas como Tus Dolores son mis Penas, Ione o La Quinta Angustia. Antes incluso de hacerse presente en la calle el segundo de los pasos de la cofradía, ya se fundían entre los muros de San Juan de los Caballeros la música y el aroma del incienso. Con su sobrio y elegante caminar fue acercándose el paso de palio al dintel del histórico templo.
La brisa apagó algunos de los cirios de la candelería, pero no pudo en cualquier caso evitar que la Virgen de las Lágrimas se convirtiera desde ese momento en centro de atención del público que se había congregado en la plaza de Melgarejo. Al perderse en busca de la revuelta de San Juan, esos jerezanos pudieron admirar por segunda vez consecutiva el original manto que la Señora estrenase el pasado año. La Vera Cruz, una cofradía propia de otros tiempos, buscaba la Carrera Oficial.
Padre Barbero procesionó en la memoria de sus cofrades
Brotó del costado agua y sangre desde el Carmen y el acento eucarístico que merecía la jornada se prodigó ya desde la cruz de la Sagrada Lanzada para un Jerez que pudo vivir un Jueves Santo para recordar siempre. Pero lloraba el cortejo de marrón carmelitano la falta este año de alguien que consiguió, casi sin proponérselo pese a sus muchos desvelos por la Hermandad, ser importantísimo para unos hombres y mujeres que ayer volvieron a ofrecer el ejemplo de una penitencia sin mácula evidente.
La memoria del padre Miguel Barbero, ese carmelita prior del convento jerezano que fallecía este año y que dio nombre aún en vida a las dependencias de la corporación, también procesionó en las filas cuando, por Carmen, Sedería o Tornería, la luz de la tarde hacía mirar hacia ese cielo azul desde el que el bueno del religioso entrañable se asomó para ver el martirio de aquel Jesucristo crucificado en el tormento arbóreo y el dolor de su Madre de Gracia y Esperanza.
Apenas tenía estrenos la Sagrada Lanzada este año porque su patrimonio no invita a pensar, quizá, más que en plantearse que más pronto que tarde se otorgue paso de palio a la imagen de Nuestra Señora del Buen Fin. Mantenerlo es el objetivo, de ahí que la restauración del senatus y los ropajes de las Marías del conjunto al pie de la cruz eran las únicas novedades de una procesión que centra sus mayores atractivos, con todo, sobre el dorado canasto de uno de los mejores pasos de nuestra celebración pasionista jerezana.
La cofradía carmelitana sitúa eficaz, en torno a la imagen de escuela granadina del Señor, una escena cuajada de personalidad en la que a la Virgen y las Marías se unen San Juan y Longinos a caballo que, lanza en ristre, ejecuta el misterio representado. Y la noche jerezana sirvió ayer de Gólgota que, a lo largo de la Carrera Oficial, en la Catedral o en un camino de vuelta marcado por la adecuación excelente del tono de la cofradía con el callejero con más sabor.
El clasicismo penitencial de una hermandad como la de la Sagrada Lanzada, que anoche fue pebetero de sugerencias espléndidas, dio sentido, el de los valores que la tradición semanasantera jerezana marca, a una jornada histórica por el estreno de la Redención en la Carrera Oficial que, sin embargo, es también día de reencuentro con aquellas estampas de siempre que cofradías como la de la Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada tuvo a bien brindar para regusto de aquellos que la disfrutaron en las calles mientras Jerez comenzaba a preparar la noche grande de una madrugada también sublime.
Getsemaní tomó forma en Santo Domingo
Difícil sería imaginar a la Hermandad de la Oración en el Huerto en otra jornada que no fuera la del Jueves Santo. La cofradía radicada en la iglesia conventual de Santo Domingo es de esas corporaciones asociadas de manera indisoluble a los Santos Oficios o la adoración al Santísimo Sacramento del Altar. La decisión adoptada hace unos años de colocar el palquillo en la Alameda Cristina ha dejado a esta cofradía a las puertas de la Carrera Oficial.
En esta ocasión, además, el cortejo no avanzó como el año pasado por la plaza Aladro y calle Eguiluz, de modo que la cruz de guía dejó atrás la iglesia de Santo Domingo para, sin solución de continuidad, iniciar su itinerario oficial. Detrás, los aproximadamente doscientos nazarenos que ayer hicieron su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Singular es la túnica de esta cofradía, que incorpora parte del hábito dominico como muestra de su vinculación a la orden de predicadores.
En el interior del templo quedó el Titular más antiguo de la corporación, el Dulce Nombre de Jesús, una advocación que sirvió de origen a la posterior hermandad de penitencia. Se tienen noticias de que en 1561 ya existía en Santo Domingo una hermandad en honor del Dulce Nombre de Jesús. A ese origen se agarraron estos cofrades en 1943 a la hora de fundar la hermandad de penitencia.
Coincidiendo prácticamente con la comparecencia de la cruz de guía en el palquillo se hizo presente el primero de los pasos de la cofradía en la puerta lateral de Santo Domingo, esa que se encuentra flanqueado por el retablo cerámico de la Santísima Virgen del Rocío y esa que tantas veces ha sido utilizada en estos últimos años por cofradías que, de manera apresurada, trataban de refugiarse de la lluvia.
El paso, en el que se representa la escena de Jesús Orando en el Huerto, estuvo comandado un año más por Manuel Ballesteros Agabo, quizá uno de los capataces que más años ha tocado un martillo de manera ininterrumpida en la Semana Santa de Jerez. El paso de misterio fue concebido por Manuel Guzmán Bejarano, mientras los cuatro evangelistas que le confieren características singulares en sus esquinas fueron tallados por el jerezano Francisco Pinto Berraquero en 1984.
El grupo escultórico pasa por ser uno de los más logrados de la Semana Mayor jerezana, gracias fundamentalmente a que sus dos imágenes fueron concebidas por un mismo autor, Juan Luis Vasallo Parodi. Se estrenaron en 1943.
La Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Caridad, que siempre se conocerá en Jerez como la banda de Santa Marta, acompasó una vez más el caminar de esta veterana cuadrilla de costaleros, que enlazó prácticamente la salida del templo con la entrada en la Carrera Oficial. Con el Señor de la Oración en el Huerto iniciando los primeros tramos de este itinerario oficial, se advirtió la presencia en la calle del paso de palio de María Santísima de la Confortación.
Se trata de uno de los conjuntos más completos de la Semana Santa, con bordados de Rodríguez Ojeda. Juanelo diseñó posteriormente el manto de la dolorosa, de formas y hechuras muy elegantes. José Manuel Gil estuvo al frente de la cuadrilla, mientras la Fundación Ruiz-Mateos de Rota puso el acompañamiento musical.
Manos abiertas de una Madre bellísima
Santa Iglesia Catedral, penumbra de luminosidad, paradoja de sentimientos, dos soberbios pasos montados a loor de la estética cofradiera. Ángel Sáez Marassi, joven mayordomo que revisa la dinámica de la organización del cortejo. La comitiva se instala en el interior del templo como sin apenas acariciar el aire de ningún bullicio. Elegante, sobrio, preciso. El Señor del Ecce-Homo puede definirse bajo esta tríada adjetival. Renuevo mi tesis a este respecto. El Jueves Santo encuentra el contraste en la cofradía de esencias antiguas, penitentes que abren su júbilo cuando la calenda les regala el nuevo rito de vestir la túnica, un misterio desgarrado con Dios hecho a nuestra imagen y semejanza pero inmerso en la suerte fatal... Matices reflexivos como deslumbre sobre capas y atributos, una Virgen blanca y guapa y reguapa que se pasea su omnipresencia bajo palio. Estreno de túnicas blancas y plateado de los respiraderos de los pasos.. La Hermandad del Mayor Dolor esconde múltiples contrastes. Y no podemos dejar pasar de nuevo la evidencia. Capa y antifaz negro. Túnica y capa blanca con antifaz y cinturón de terciopelo morado en el cortejo de misterio y túnica, capa y antifaz de color negro y cinturón de esparto en el palio.
La visita a los Sagrarios aún permanece en las afueras. El nazareno del Ecce-Homo es fiel a su anual cita. Observador secreto de cuanta belleza destila la ciudad en la jornada del Amor Fraterno. Ojos que captan la etiqueta que viste Jerez entonces. Mirada que apresa la esbeltez de la jerezana luciendo mantilla. La ilusión contrita de los muchachos viendo cofradías. Novios que estrenan la relación a las plantas de una jornada solemne como prácticamente ninguna otra. La Virgen del Mayor Dolor, quizá porque nace a la realidad desde el mismo Palquillo de Horas, asume enseguida la dimensión de la ciudadanía renovando las mejores tradiciones cofradieras.
Catedral adentro y melancolía de inocencia: la memoria fija en la estampa de dos nazarenos, dos nombres propios. Uno que gloria goza y otro que goza floria. Pepe Ruiz de Velasco y Ángel Sáez Lalana. El primero, Hermano Mayor de grata memoria. El segundo, Hermano Mayor de memoria grata. El primero, desde la remembranza de unos tiempos jamás olvidados entre los muros de San Dionisio. El segundo, rememorando a modo de recordatoria cuanto acontece en la actualidad cofradiera como un dirigente que supo revitalizar el seno de la corporación.
La Virgen del Mayor Dolor es sonrisa imperecedera de Eduardo Barra Bohórquez. Son tramos de una Jerez a la antigua usanza. Magisterio del clasicismo que se encuentra con la historia. El diputado mayor de gobierno vigila silente la compostura de quienes aguardan la hora solemne de la salida. Los atributos se distribuyen según el planillo que sostiene en la mano derecha. El planillo, en la mano del diputado mayor de gobierno de la Hermandad del Mayor Dolor es como el bando de la ubicación fragmentaria dentro de un todo bendito.
Informa: Jerez Información
Dicen que Domingo Savio se puso así en manos de San Juan Bosco, pidiéndole que fuera sastre que acomodara sus talentos a las necesidades de su obra. Y, en efecto, el resultado, en la cofradía jerezana, fue ese, el de tender por las calles de la ciudad el signo de lo salesiano.
La tarde no ofrecía ya riesgos de lluvia pero el cielo no estaba todo lo azul que a todos les hubiera gustado para un Jueves Santo. Así, cuando llegó la tarde e Icovesa abrió las puertas de su Santuario, porque así lo sienten los vecinos con la casa salesiana, fue ello, el más intenso azul, el que se hizo desde Lora Tamayo.
San Juan Bosco –la avenida– constituyó auditorio solícito para esa sinfonía que estalló con sus mejores sonidos a la salida de la cofradía para revestirse inmediatamente de espíritu confortador para con los ingresados en el hospital y geriátrico de San Juan Grande.
Un cortejo verdaderamente recrecido, una estampa más completa que el año anterior como fruto del esfuerzo realizado durante todo el año por una cofradía que es hermandad, un paso que promete y que arrimó esos aires trianeros prometidos por su capataz Juan Carlos Sambruno, unas figuras nuevas como lo eran ayer las del sumo sacerdote Anás y José de Arimatea –del imaginero gaditano Luis González Rey– sumándose a Jesús y al criado Malco que le abofetea… todo prometía desde el Santuario de María Auxiliadora.
En el patio de acceso a las instalaciones de la Orden de San Juan de Dios convergían las súplicas de los enfermos, el entrañable hermano Adrián derramando santidad, el padre Teodoro y la cofradía con su entusiasmo ante el hecho histórico que vivía en el Día del Amor Fraterno, jornada convertida en verdadera vocación anhelada para la gente salesiana.
Las filas del azul redencionista tomaron la calle La Sangre, Santiago y Ancha y, tras la estación hospitalaria las trazas iban adelantando presagios de multitudinario estreno por mor de aquello que las aceras ya iban ofreciendo. Y a medida que se avecinaba la llegada del Palquillo de Cristina el tono de la cofradía se brindaba a la euforia que habría de vivir en su encuentro con la historia.
Por eso el paso, con su caminar característico, la estampa de una escena más completa sobre un canasto escoltado este año por los candelabros de guardabrisas del sevillano Cautivo de San Pablo hasta que Francisco Pineda le termine los suyos, la banda de cornetas y tambores del Cristo del Amor de el Puerto de Santa María parecían ir revistiéndose por el camino de oficialidad. Las trazas del barco procesional al que Pineda meterá la gubia tras Semana Santa, las imágenes secundarias, la túnica del Señor, los relicarios de Don Bosco o los nuevos ciriales y navetas ayudaban a anunciar novedad por las calles que llevaban a la Redención al centro, hacia la Catedral.
Y Cristina vivió el momento más aguardado de todo el Jueves Santo. Y allí el estreno se revistió del anunciado aire trianero con el que el paso se desenvolvió ante el Palquillo, desencandenando otra tarde de emocionados aplausos al comienzo de una Carrera Oficial que vistió con gusto la salesianidad penitente propuesta. Sambruno mandaba el altar procesional de la Bofetá con desparpajo. Hasta cuatro marchas enlazadas acompañaron los movimientos previstos, cuatro pasos adelante y dos atrás para romper enmedio de la euforia del respetable.
Desde ahí hasta la Catedral todo tuvo el indeleble paladar de una fiesta vivida desde los palcos con regocijo evidenciado en unos jerezanos que, porque era Jueves Santo y tal vez también porque ya nadie mira al cielo y sus riesgos amenazados y apenas materializados, habían decidido ponerse sus mejores galas también para recibir a la Hermandad de la Redención.
De Melgarejo llegó una cofradía de sabor añejo
La jornada procesional había comenzado un par de horas antes en las inmediaciones del Centro Salesiano Manuel Lora Tamayo con la salida a la calle de la Hermandad de la Redención. A las siete y media, una hora más trade por el temor a la lluvia, llegó el turno de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, que de nuevo ofreció una lección de buen hacer cofradiero desde la iglesia de San Juan de los Caballeros.
Esta corporación ofrece numerosos detalles para los amantes de la Semana Santa, desde su cruz de guía –en la que se venera una reliquia del madero en el que Cristo fue crucificado– hasta el cortejo del preste que figura en la trasera del paso de palio de Nuestra Señora de las Lágrimas. La hermandad sacó ayer a la calle a unos doscientos nazarenos, con la particularidad de que el cortejo de misterio y el de palio visten túnicas distintas, algo que no suele ser frecuente en la Semana Santa de Jerez. Así, mientras los hermanos que acompañan al Cristo de la Esperanza visten túnica de cola negra y antifaz del mismo color con cinturón de esparto, quienes preceden a la Virgen de las Lágrimas hacen lo propio con antifaz de terciopelo verde y túnica y capa negras.
Casi sobrecogedora y propia de otros tiempos es la salida a la calle del paso del crucificado. El canasto, uno de los primeros que tallara Manuel Guzmán Bejarano, es exornado con un monte casi natural que ofrece una tremenda crudeza a la escena. Acompañado por los dos ladrones –Dimas y Gestas–, el Cristo de la Esperanza avanzó de manera elegante por la plaza de Melgarejo, en busca de la revuelta de San Juan y la angosta calle Chancillería.
Los dos pasos de la cofradía son comandados por Martín Gómez Moreno, que ejerce de capataz general. Para ello cuenta con un amplio equipo de auxiliares, que se ocupan de dar una sensación de conjunto al trabajo costalero.
El paso de misterio, precedido de una capilla musical, fue perdiéndose en busca de la Carrera Oficial al tiempo que hacía acto de presencia en este rincón del viejo Jerez el palio de Nuestra Señora de las Lágrimas. Pródigo en detalles, rico en matices y a pesar de todo austero en sus formas, la singularidad del conjunto despierta año tras año la admiración de todos los jerezanos que se acercan a contemplarlo.
Ya en el interior del templo suena la Asociación Musical Astigitana, que ya compareció en Jerez el Miércoles Santo para acompañar a María Santísima del Consuelo. Repite prácticamente esta formación su selecto repertorio de marchas fúnebres, que incluye composiciones clásicas como Tus Dolores son mis Penas, Ione o La Quinta Angustia. Antes incluso de hacerse presente en la calle el segundo de los pasos de la cofradía, ya se fundían entre los muros de San Juan de los Caballeros la música y el aroma del incienso. Con su sobrio y elegante caminar fue acercándose el paso de palio al dintel del histórico templo.
La brisa apagó algunos de los cirios de la candelería, pero no pudo en cualquier caso evitar que la Virgen de las Lágrimas se convirtiera desde ese momento en centro de atención del público que se había congregado en la plaza de Melgarejo. Al perderse en busca de la revuelta de San Juan, esos jerezanos pudieron admirar por segunda vez consecutiva el original manto que la Señora estrenase el pasado año. La Vera Cruz, una cofradía propia de otros tiempos, buscaba la Carrera Oficial.
Padre Barbero procesionó en la memoria de sus cofrades
Brotó del costado agua y sangre desde el Carmen y el acento eucarístico que merecía la jornada se prodigó ya desde la cruz de la Sagrada Lanzada para un Jerez que pudo vivir un Jueves Santo para recordar siempre. Pero lloraba el cortejo de marrón carmelitano la falta este año de alguien que consiguió, casi sin proponérselo pese a sus muchos desvelos por la Hermandad, ser importantísimo para unos hombres y mujeres que ayer volvieron a ofrecer el ejemplo de una penitencia sin mácula evidente.
La memoria del padre Miguel Barbero, ese carmelita prior del convento jerezano que fallecía este año y que dio nombre aún en vida a las dependencias de la corporación, también procesionó en las filas cuando, por Carmen, Sedería o Tornería, la luz de la tarde hacía mirar hacia ese cielo azul desde el que el bueno del religioso entrañable se asomó para ver el martirio de aquel Jesucristo crucificado en el tormento arbóreo y el dolor de su Madre de Gracia y Esperanza.
Apenas tenía estrenos la Sagrada Lanzada este año porque su patrimonio no invita a pensar, quizá, más que en plantearse que más pronto que tarde se otorgue paso de palio a la imagen de Nuestra Señora del Buen Fin. Mantenerlo es el objetivo, de ahí que la restauración del senatus y los ropajes de las Marías del conjunto al pie de la cruz eran las únicas novedades de una procesión que centra sus mayores atractivos, con todo, sobre el dorado canasto de uno de los mejores pasos de nuestra celebración pasionista jerezana.
La cofradía carmelitana sitúa eficaz, en torno a la imagen de escuela granadina del Señor, una escena cuajada de personalidad en la que a la Virgen y las Marías se unen San Juan y Longinos a caballo que, lanza en ristre, ejecuta el misterio representado. Y la noche jerezana sirvió ayer de Gólgota que, a lo largo de la Carrera Oficial, en la Catedral o en un camino de vuelta marcado por la adecuación excelente del tono de la cofradía con el callejero con más sabor.
El clasicismo penitencial de una hermandad como la de la Sagrada Lanzada, que anoche fue pebetero de sugerencias espléndidas, dio sentido, el de los valores que la tradición semanasantera jerezana marca, a una jornada histórica por el estreno de la Redención en la Carrera Oficial que, sin embargo, es también día de reencuentro con aquellas estampas de siempre que cofradías como la de la Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada tuvo a bien brindar para regusto de aquellos que la disfrutaron en las calles mientras Jerez comenzaba a preparar la noche grande de una madrugada también sublime.
Getsemaní tomó forma en Santo Domingo
Difícil sería imaginar a la Hermandad de la Oración en el Huerto en otra jornada que no fuera la del Jueves Santo. La cofradía radicada en la iglesia conventual de Santo Domingo es de esas corporaciones asociadas de manera indisoluble a los Santos Oficios o la adoración al Santísimo Sacramento del Altar. La decisión adoptada hace unos años de colocar el palquillo en la Alameda Cristina ha dejado a esta cofradía a las puertas de la Carrera Oficial.
En esta ocasión, además, el cortejo no avanzó como el año pasado por la plaza Aladro y calle Eguiluz, de modo que la cruz de guía dejó atrás la iglesia de Santo Domingo para, sin solución de continuidad, iniciar su itinerario oficial. Detrás, los aproximadamente doscientos nazarenos que ayer hicieron su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Singular es la túnica de esta cofradía, que incorpora parte del hábito dominico como muestra de su vinculación a la orden de predicadores.
En el interior del templo quedó el Titular más antiguo de la corporación, el Dulce Nombre de Jesús, una advocación que sirvió de origen a la posterior hermandad de penitencia. Se tienen noticias de que en 1561 ya existía en Santo Domingo una hermandad en honor del Dulce Nombre de Jesús. A ese origen se agarraron estos cofrades en 1943 a la hora de fundar la hermandad de penitencia.
Coincidiendo prácticamente con la comparecencia de la cruz de guía en el palquillo se hizo presente el primero de los pasos de la cofradía en la puerta lateral de Santo Domingo, esa que se encuentra flanqueado por el retablo cerámico de la Santísima Virgen del Rocío y esa que tantas veces ha sido utilizada en estos últimos años por cofradías que, de manera apresurada, trataban de refugiarse de la lluvia.
El paso, en el que se representa la escena de Jesús Orando en el Huerto, estuvo comandado un año más por Manuel Ballesteros Agabo, quizá uno de los capataces que más años ha tocado un martillo de manera ininterrumpida en la Semana Santa de Jerez. El paso de misterio fue concebido por Manuel Guzmán Bejarano, mientras los cuatro evangelistas que le confieren características singulares en sus esquinas fueron tallados por el jerezano Francisco Pinto Berraquero en 1984.
El grupo escultórico pasa por ser uno de los más logrados de la Semana Mayor jerezana, gracias fundamentalmente a que sus dos imágenes fueron concebidas por un mismo autor, Juan Luis Vasallo Parodi. Se estrenaron en 1943.
La Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Caridad, que siempre se conocerá en Jerez como la banda de Santa Marta, acompasó una vez más el caminar de esta veterana cuadrilla de costaleros, que enlazó prácticamente la salida del templo con la entrada en la Carrera Oficial. Con el Señor de la Oración en el Huerto iniciando los primeros tramos de este itinerario oficial, se advirtió la presencia en la calle del paso de palio de María Santísima de la Confortación.
Se trata de uno de los conjuntos más completos de la Semana Santa, con bordados de Rodríguez Ojeda. Juanelo diseñó posteriormente el manto de la dolorosa, de formas y hechuras muy elegantes. José Manuel Gil estuvo al frente de la cuadrilla, mientras la Fundación Ruiz-Mateos de Rota puso el acompañamiento musical.
Manos abiertas de una Madre bellísima
Santa Iglesia Catedral, penumbra de luminosidad, paradoja de sentimientos, dos soberbios pasos montados a loor de la estética cofradiera. Ángel Sáez Marassi, joven mayordomo que revisa la dinámica de la organización del cortejo. La comitiva se instala en el interior del templo como sin apenas acariciar el aire de ningún bullicio. Elegante, sobrio, preciso. El Señor del Ecce-Homo puede definirse bajo esta tríada adjetival. Renuevo mi tesis a este respecto. El Jueves Santo encuentra el contraste en la cofradía de esencias antiguas, penitentes que abren su júbilo cuando la calenda les regala el nuevo rito de vestir la túnica, un misterio desgarrado con Dios hecho a nuestra imagen y semejanza pero inmerso en la suerte fatal... Matices reflexivos como deslumbre sobre capas y atributos, una Virgen blanca y guapa y reguapa que se pasea su omnipresencia bajo palio. Estreno de túnicas blancas y plateado de los respiraderos de los pasos.. La Hermandad del Mayor Dolor esconde múltiples contrastes. Y no podemos dejar pasar de nuevo la evidencia. Capa y antifaz negro. Túnica y capa blanca con antifaz y cinturón de terciopelo morado en el cortejo de misterio y túnica, capa y antifaz de color negro y cinturón de esparto en el palio.
La visita a los Sagrarios aún permanece en las afueras. El nazareno del Ecce-Homo es fiel a su anual cita. Observador secreto de cuanta belleza destila la ciudad en la jornada del Amor Fraterno. Ojos que captan la etiqueta que viste Jerez entonces. Mirada que apresa la esbeltez de la jerezana luciendo mantilla. La ilusión contrita de los muchachos viendo cofradías. Novios que estrenan la relación a las plantas de una jornada solemne como prácticamente ninguna otra. La Virgen del Mayor Dolor, quizá porque nace a la realidad desde el mismo Palquillo de Horas, asume enseguida la dimensión de la ciudadanía renovando las mejores tradiciones cofradieras.
Catedral adentro y melancolía de inocencia: la memoria fija en la estampa de dos nazarenos, dos nombres propios. Uno que gloria goza y otro que goza floria. Pepe Ruiz de Velasco y Ángel Sáez Lalana. El primero, Hermano Mayor de grata memoria. El segundo, Hermano Mayor de memoria grata. El primero, desde la remembranza de unos tiempos jamás olvidados entre los muros de San Dionisio. El segundo, rememorando a modo de recordatoria cuanto acontece en la actualidad cofradiera como un dirigente que supo revitalizar el seno de la corporación.
La Virgen del Mayor Dolor es sonrisa imperecedera de Eduardo Barra Bohórquez. Son tramos de una Jerez a la antigua usanza. Magisterio del clasicismo que se encuentra con la historia. El diputado mayor de gobierno vigila silente la compostura de quienes aguardan la hora solemne de la salida. Los atributos se distribuyen según el planillo que sostiene en la mano derecha. El planillo, en la mano del diputado mayor de gobierno de la Hermandad del Mayor Dolor es como el bando de la ubicación fragmentaria dentro de un todo bendito.
Informa: Jerez Información
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